Decidir el tema de mi proyecto de investigación
me trajo unos cuantos dolores de cabeza. Descartaba uno y luego lo volvía a
apuntar al post-it que traía conmigo
a todas partes. Quería un tema que me aportara, ya no solo en el aspecto
educativo, sino también en el personal; que me permitiera trabajarlo en una
semana y que estuviera relacionado con mis aficiones.
Cuando finalmente descarté las otras cuatro opciones y me quedé con esta,
tuve que planificar cómo sería la estructura, de qué escribiría y cuál sería mi
hilo conductor de todo el trabajo.
Lo que no sabía yo era la cantidad de horas y trabajo que me supondría,
pero la satisfacción de haberlo terminado y, sobretodo, de haber aprendido más
de uno de mis países, merece la pena.
Empecé leyendo y leyendo en cientos
de páginas de internet con la finalidad de comprender el tema, que era bastante
desconocido para mí, para poder empezar a escribir y subir en el blog. El
primer día me pareció una total pérdida de tiempo, ya que yo veía que, por
mucho que me informase, el trabajo no salía. No fue hasta la noche de ese mismo
día, cuando por fin logré estructurar las entradas que quería publicar, cuando
todo mi trabajo tomó forma.
A partir de ese momento las palabras surgieron solas, aunque no en todas
las ocasiones.
Llegar al final me ha certificado lo que yo creía, que el planeta lo
estamos autodestruyendo entre todos. La desaparición de culturas ancestrales es
tan solo una pequeñísima parte de todo lo que hemos roto, y romperemos, de
nuestro origen.
Me siento orgullosa de todo lo que este pueblo representa: una unión, una
familia y una fuerza. El que nadie los dominara, echaran a una fuerza superior
de sus tierras y lograran aguantar cientos de años, demuestra que con voluntad
y entre todos se pueden conseguir infinidad de cosas.
Así que, si entre todos intentamos mejorar el mundo en
el que vivimos, lo más probable es que lo consigamos.
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